La herramienta más poderosa que existe

Hace unos años, en un taller de Silicon Valley, tuve la oportunidad de usar una de las herramientas más poderosas que existen: una cortadora de plasma. Esta máquina emite a altísima velocidad un jet de gas a una temperatura superior a los 50.000 °C, que corta una plancha gruesa de metal como un cuchillo caliente atraviesa un pan de manteca. La sensación que me generó tener algo tan poderoso en mis manos es difícil de describir.

La hipocresía de los adultos y el alcohol

Con la llegada de la adolescencia de mi hijo mayor, en los últimos meses fui invitado a un par de charlas organizadas por diferentes instituciones sobre la problemática del alcohol y los adolescentes, apuntadas a padres y chicos a partir de los 12 años.

Inicialmente me sorprendió que se viera al alcohol como un problema a una edad tan temprana. Pero pronto mi desconcierto fue migrando hacia la incredulidad: es muy impactante ver cómo casi ninguno de los padres parece notar en qué medida el «problema» de alcohol de sus hijos tiene su obvia raíz en el lugar que ellos mismos dan a las bebidas alcohólicas en su propia vida.

Aprender a programar es aprender a pensar

Mi libro Pasaje al Futuro tiene un capítulo dedicado a discutir cómo podemos dejar de educar a los chicos de hoy en día del mismo modo que fuimos educados nosotros hace 20 o 30 años y nuestros bisabuelos hace 100. Uno de los aspectos que desarrollo allí es la importancia de incorporar la enseñanza de programación en las escuelas desde la primaria. El primer impulsor de esta idea y el autor de la frase que da título a este post y a esa sección del libro fue el propio Steve Jobs.

¿Tiene sentido que los niños estudien idiomas hoy en día?

Idiomas

Está claro que muchos avances científicos y tecnológicos van a modificar nuestras vidas. La pregunta que quiero plantearles hoy es: ¿tendríamos que replantearnos en función del cambio tecnológico ciertas «obviedades» respecto de la crianza de nuestros hijos, que es quizá el más importante «proyecto» de largo plazo en el que estamos involucrados?

Ayer hice una pregunta al respecto en Twitter y Facebook y generó una gran discusión, así que ahora quiero plantear el tema acá.

La pregunta fue la siguiente: ¿Con la relativamente próxima llegada de aparatos traductores móviles, tiene sentido que nuestros hijos estudien idiomas?

Antes de abrir el tema a discusión quiero hacer tres comentarios:

¿Superhéroes o botones?

Imaginemos una situación: vas caminando por la calle y ves a un joven que aprovecha un descuido de una señora y le saca la billetera sin que ella lo note. A 50 metros de distancia hay un policía. ¿Qué hacés? ¿Tratás de atrapar al ladrón, gritás o corrés para avisar al policía o no hacés nada? Te pido que pienses ahora no solo qué harías sino qué te parece que es lo correcto para hacer en una situación así.

Te agrego ahora un elemento. La persona que acaba de cometer el delito es alguien a quien conocés. No necesariamente un amigo pero alguien conocido. ¿Cambia en algo tu decisión? ¿Y tu idea de lo que es correcto?

La respuesta a esta pregunta plantea una cuestión ética que divide en dos a las sociedades. En gran parte del mundo, cuando uno presencia un hecho indebido la obligación moral es actuar. Hacer lo que esté a nuestro alcance para prevenir o castigar lo incorrecto. En esos países, por ejemplo, si un padre trata a su hijo con rudeza en la calle, es altamente probable que otra persona se acerque de la nada y lo reprenda. En otros, como la Argentina, la ecuación está invertida. Denunciar a quien hace algo indebido sin ser el perjudicado directo de la acción incorrecta es ser «botón». Y para mucha gente, ser «botón» es tan grave como el acto indebido mismo.

En sociedades como la nuestra, la responsabilidad de que la gente haga lo correcto recae sola y exclusivamente en la autoridad correspondiente. Todos los demás, no tenemos nada que ver y preferimos la complicidad pasiva a la «botoneada». Esto se ve mucho más claro en el ejemplo en que la persona que actúa incorrectamente es alguien conocido. En ese escenario muchas veces la cosa se extrema: no solo la gente cercana no interviene, sino que suele hacer todo lo que esté a su alcance para propiciar el encubrimiento.

Me gustaría presentarles ahora tres ejemplos: 1) algo que me sucedió a mí, 2) el trágico choque de hace dos semanas en la ruta 11, y 3) la «masacre de Las Heras» del mes pasado.

Los nuevos miedos de los chicos (y de los papás!)

Miedos

Hace justo un año escribí un post de cuatro escenas hablando sobre el gran desafío que es ser padres hoy en día. Si tienen hijos y no lo vieron en su momento los invito a que lo vean antes de seguir leyendo.

Hoy la pregunta es la contraria… ¿cuán grande es el desafío de ser hijo hoy?

Mi hijo del medio viene teniendo cada tanto períodos de miedo, en los que no le gusta quedarse solo en un ambiente de la casa y se pone más apegado a nosotros.

Hace unos seis meses mi esposa le preguntó qué cosas le daban miedo. En mi infancia la respuesta podría haber sido «al hombre de la bolsa» o «al cuco». Mi hijo respondió que le tenía miedo «a los monstruos, a la fiebre porcina y a la gripe A». A nosotros en ese momento nos sorprendió que a los cinco años fueran esas sus preocupaciones.

Hace un par de semanas andaba asustado de nuevo y mi esposa volvió a preguntarle y su respuesta fue mucho más sorprendente. Esta vez dijo muy serio que le temía «a los  monstruos, a los vampiros… y a la esposa de Tiger Woods» (!!!).

Menos mal que perdimos

hinchada

Ayer llevé a mis hijos varones a la cancha a ver a Boca. El mayor ya había ido una vez antes, el menor iba por primera ocasión.

Durante toda la semana anterior, las primeras palabras de mi hijo más chico al levantarse fueron: «Hoy faltan x días para ir a la cancha». Así fue llevando la cuenta regresiva…

El día finalmente llegó. La idea era divertirnos y pasar un buen rato juntos, no buscar lecciones de vida. Pero la vida tiene eso… decide enseñarte cosas cuando menos lo estás buscando.

Aquí quiero compartir con ustedes las dos imágenes con las que me quedo de ese rato único con mis chicos.

El desafío de ser padre hoy

Escena 1:

Estoy en una plaza con mis hijos. El mayor de ellos, que en ese momento tenía unos siete años, se esfuerza por descolgarse de una trepadora. En la de al lado, un chico que aparenta ser algo menor también intenta hacerlo cuando de repente noto que estaba asustado por la altura y me acerco ofreciendo ayudarlo. Mi hijo me alecciona: «Papá, no se puede ayudar a desconocidos. No hay que hablar con quien no conocés.»

Instantáneamente quiero decirle que no es así. Que, por el contrario, siempre hay que ayudar a los demás cuando está a nuestro alcance hacerlo. Pero no pude…

Me horroricé. Empujados por un mundo más peligroso que aquél en el que crecimos, estamos criando chicos ‘seguros’ al precio de hacerlos insolidarios.