La vida después de la pandemia, parte final: La búsqueda de un nuevo equilibrio

A lo largo de esta serie de notas sobre la cuarentena me propuse mostrarte que, entre tanta preocupación e incertidumbre, algunas de las limitaciones que la pandemia nos impuso podían generar aprendizajes que mejoren nuestra calidad de vida en adelante. Dejé para el final el más importante de estos cambios forzados: bajar nuestro ritmo de vida y disminuir la atención en las cosas materiales para privilegiar nuestra relación con las demás personas.

La inseguridad más radical

El problema de la inseguridad nos impacta por todos lados. Las imágenes y testimonios nos asaltan desde el bombardeo mediático, las cadenas de mail o los relatos de primera o segunda mano de quienes han visto su seguridad comprometida de algún modo u otro.

Alguna vez argumenté en este post que, a mi modo de ver, en general confundimos a las verdaderas víctimas con los victimarios. En una línea similar, tenemos hoy este post invitado de Cynthia Frenkel.

Cynthia, aparte de ser mi esposa, es psicoanalista y trabaja en un centro público de salud mental.

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César González tiene 21 años. Pasó de los 15 a los 20 en institutos de menores y en la cárcel. Estando en esos lugares en que, como alguna vez dijo uno de mis pacientes, “Entrás con ganas de robar y salís con ganas de matar”, César “aprovechó” el tiempo para terminar el secundario y descubrir su pasión por las letras. De la mano de Patricio «Merok» Montesano, un tallerista voluntario de la cárcel, César se descubrió poeta y se rebautizó a sí mismo, adoptando el seudónimo de Camilo Blajaquis.

Descubrí a Camilo escuchando una entrevista radial que le hizo Andy Kusnetzoff  hace un año. Lo escuché decir: “Quiero que haya cultura en los barrios, deporte en nuestra villa… que sepan quién fue Kafka, Foucault, Van Gogh ¡Que se haga la prueba! ¿Qué pasa si inundamos de cultura la villa? En la villa tenés las armas servidas en bandeja para salir a robar. Es más fácil encontrar un arma que un libro. Si (…) es más fácil encontrar un arma y salir a robar que encontrar un libro y leer, entonces los resultados están a la vista.”[1]

En aquel momento me contacté con él y así supe que estaba por editar un libro de poesías, escrito desde el encierro, al que tituló “La venganza del cordero atado”. Una obra trascendente.

Durante la entrevista con Andy, Camilo, que vive en la villa Carlos Gardel, describe el desamparo diciendo: “De la avenida para allá es otro mundo… para nosotros la sociedad son extranjeros.”[2] Esos extranjeros, de los que habla Camilo, somos la mayoría de nosotros.

Marketing engañoso: La mentira Power Balance

En estos días, si vas caminando por la calle y de repente ves una persona intentando hacer piruetas parado en un pie o doblándose para tocar el piso, no se trata de un loco o de un equilibrista pidiendo monedas en un semáforo. Es simplemente una persona más intentando mostrarle a un amigo cómo la pulsera Power Balance le mejora la fuerza, el equilibrio y la elongación.

Esta persona, como miles de otras últimamente, posiblemente en otros órdenes de la vida actúe como un ser inteligente y razonable. Pero de manera repentina, seducido por uno de los mayores engaños de marketing de la historia, dejó toda su racionalidad a un lado y sucumbió ante la mentira de una promesa mágica.

La cultura Twitter y la adictividad de la gratificación inmediata

"...estás leyendo esto todavía o ya estás
por cliquear en otro link? ...
 Necesitamos ser a la vez patinadores en
la superficie de la laguna y buceadores.
Dominar la habilidad de acceder a hechos
mientras reservamos el tiempo y espacio
para hacer algo significativo con ellos"
Andrew Sullivan (The Times)

Hace un tiempo atrás compartí en un post mi gran preocupación por la pérdida de la capacidad de concentrarse y prestar atención derivada del uso habitual de Twitter y otras redes sociales que observo en mí y muchos de los que me rodean. Ese post dio lugar a una gran discusión y se convirtió en el más «retwitteado» de la historia de Riesgo y Recompensa.

Hace unos días atrás Guillermo Jaim Etcheverry publicó una columna en el diario argentino La Nación, donde, con su habitual lucidez, reflexiona sobre los efectos de la hiperconectividad sobre nuestra capacidad de concentrarnos.

Allí, él plantea que vivimos  falsamente convencidos de que «a cada instante, en algún lugar del planeta está ocurriendo algo trascendental para nuestras vidas». Esa íntima convicción, apareada con la abrumadora disponibilidad de nueva información en tiempo real, genera, al decir de David Meyer, «una plaga cognitiva capaz de anular la capacidad de concentración y pensamiento productivo«. (La cita que Jaim Etcheverry hace proviene de este artículo que les recomiendo leer completo si les interesa el tema).

Yo comparto esa línea de pensamiento, pero hay un elemento que creo que está faltando: nuestra repentina e irrefrenable adicción a la «gratificación instantánea».

¡Que vuelva el corralito!

A comienzos de diciembre de 2001, apenas unos días antes del desplome económico de la salida de la Convertibilidad, apremiado por las circunstancias, Domingo Cavallo adoptó una medida extrema: el tristemente célebre «Corralito«. Como resultado de esta medida, la gente ya no podía disponer en efectivo del dinero que tenía en los bancos.

Mientras la mayoría se desesperaba y entraba en pánico, yo calladamente celebraba. De manera involuntaria, Argentina se lanzaba al primer gran experimento de virtualizar el dinero, haciendo que prácticamente todas las transacciones económicas estuvieran bancarizadas. Y yo estaba convencido de que el resultado sería revolucionario.

Semanas después vino la devaluación, la «pesificación asimétrica» y el «Corralón« (reprogramación de los depósitos), que implicó una significativa confiscación de los ahorros de los Argentinos. El salvajismo de estas últimas medidas acabó por desatar el odio de los ahorristas, que se volcaron masivamente a las calles y apedrearon por meses las fachadas de los bancos. Así, un aluvión de ira acabó sepultando rápidamente ese osado (aunque forzado) experimento.

Solucionar el Corralón demoró años, pero de todas las locuras que surgieron durante ese caos, hubo una que se normalizó rápidamente: menos de un año después de su entrada en vigencia, Roberto Lavagna dispuso el regreso del efectivo a las transacciones económicas, poniendo fin al «Corralito».

En este post, yo quiero argumentar que es hora de que volvamos a intentarlo.

El dinero y los vínculos sociales

Uno de los grandes misterios de mi vida es por qué decidí ser economista, siendo que en general no me gusta para nada la economía. Pero cada vez que leo cosas sobre «Economía del comportamiento» me doy cuenta qué fue lo que me atrajo. En particular, me pasó mucho eso al leer el libro «Freakonomics» y su secuela, «SuperFreakonomics».

Leyendo este último supe de un experimento fascinante que hizo un economista de la Universidad de Yale: investigar qué sucede si introducimos el uso de dinero en monos. Los resultados son sorprendentes y las potenciales conclusiones muy profundas.

Los «parripollos» de internet: eligiendo el camino difícil

Hoy es lunes y en un mundo lleno de incertidumbres hay solo dos cosas que son seguras: en este día el sol saldrá por el este y nacerá otra empresa más de venta de cuponeras con descuento.

En los últimos meses, a la luz del éxito en Estados Unidos de la empresa Groupon, decenas de emprendedores se lanzaron a la aventura de copiar ese modelo de negocio. El resultado: de un minuto para otro un negocio de viabilidad de largo plazo todavía dudosa se vio inundada por montones de empresas peleando por una torta del tamaño de un alfajor Jorgito.

En Argentina solamente ya están llegando a las 20 y mejor no pongo links a sus sitios porque Google penaliza por tener «broken links» y la abrumadora mayoría habrán desaparecido en unos pocos meses. 🙂

Lo que paso con este negocio no es en absoluto nuevo: el fenómeno de replicar hasta el cansancio un emprendimiento sencillo y con bajas barreras de entrada nos brindó las pistas de patinaje sobre hielo y las canchas de paddle de los ’80 o los «parripollos» y los locutorios de los ’90. Pero no había sucedido nunca en esta escala con un negocio online. Por eso, ahora tenemos el primer «parripollo de la internet».

El sueño de ser astronautas: Dan Barry en Riesgo y Recompensa

Durante mis casi tres meses en Singularity University conocí a muchas personas increíbles. Pero ninguna historia me tocó tanto como la de Dan Barry. Por eso no dudé en tratar de hacerle una entrevista para compartir con ustedes.

Tal vez porque, como él, muchos de nosotros cuando éramos chicos soñamos con ser astronautas y Dan, de un modo notable que cuento más abajo, logró viajar al espacio no una sino tres veces… O quizá simplemente porque Dan, que es el «Head of Faculty» (algo así como el decano) de SU, es una persona realmente especial.

Condones, crucifijos, paz y la lucha contra la pobreza

El lunes TEDxRiodelaPlata organizó un evento donde pudimos escuchar a varias personas increíbles que trabajan para buscar soluciones a los problemas del mundo. Dentro de algunas semanas van a estar los videos de las charlas y les recomiendo a quienes no pudieron estar allí o seguir el evento por internet que las vean.

Durante la mañana vimos también a los oradores de TEDxChange en Nueva York. Y lo que más me impresionó fue como dos de ellos mostraron una gran correlación entre la caída de la mortalidad infantil y el control de la natalidad.

El primero en hablar fue Hans Rosling, que continuó su genial charla anterior en TED con una parecida en la que presentó una gráfica impresionante mostrando que reducir la cantidad de hijos por familia impacta fuertemente en reducir la pobreza. Más tarde, Mechai Viravaidya contó con mucho humor cómo sus experiencias repartiendo preservativos en el Sudeste asiático generaron contribuyeron a frenar la epidemia de SIDA y mejorar los indicadores sociales.

Escuchando esas dos charlas era difícil no atar cabos y pensar que, pese a eso, las principales religiones del mundo se oponen fuertemente al control de la natalidad y al uso de anticonceptivos. De esa manera, estas religiones en vez de ayudar resultan un obstáculo en la lucha contra la pobreza.