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Necesitamos ser a la vez patinadores en
la superficie de la laguna y buceadores.
Dominar la habilidad de acceder a hechos
mientras reservamos el tiempo y espacio
para hacer algo significativo con ellos"
Andrew Sullivan (The Times)
Hace un tiempo atrás compartí en un post mi gran preocupación por la pérdida de la capacidad de concentrarse y prestar atención derivada del uso habitual de Twitter y otras redes sociales que observo en mí y muchos de los que me rodean. Ese post dio lugar a una gran discusión y se convirtió en el más «retwitteado» de la historia de Riesgo y Recompensa.
Hace unos días atrás Guillermo Jaim Etcheverry publicó una columna en el diario argentino La Nación, donde, con su habitual lucidez, reflexiona sobre los efectos de la hiperconectividad sobre nuestra capacidad de concentrarnos.
Allí, él plantea que vivimos falsamente convencidos de que «a cada instante, en algún lugar del planeta está ocurriendo algo trascendental para nuestras vidas». Esa íntima convicción, apareada con la abrumadora disponibilidad de nueva información en tiempo real, genera, al decir de David Meyer, «una plaga cognitiva capaz de anular la capacidad de concentración y pensamiento productivo«. (La cita que Jaim Etcheverry hace proviene de este artículo que les recomiendo leer completo si les interesa el tema).
Yo comparto esa línea de pensamiento, pero hay un elemento que creo que está faltando: nuestra repentina e irrefrenable adicción a la «gratificación instantánea».