La verdad no existe. Es un ideal. Pero que no exista no nos exime de buscarla. Buscarla es fundamental, porque la verdad no existe, es un ideal, pero la mentira sí, es bien real.
Ante una determinado hecho se abren «n» posibles interpretaciones. La imparcialidad no existe. También es un ideal. Pero que no exista no implica dejar de aspirar a ella. Perseguirla es esencial porque la imparcialidad no existe, pero la tergiversación intencionada sí, es completamente tangible.
La justicia no existe. Es un ideal. Pero que no exista solo agiganta el desafío de lograrla. Porque aunque no exista la justicia y sea sólo un ideal, la injusticia y la inequidad nos interpelan, nos golpean en la cara cada minuto que pasa.