06-03-2019
Dentro de poco tiempo, cuando alguien te diga que mires dentro tuyo no te estará hablando de que hagas introspección. Un impactante avance tecnológico promete permitir pronto ver dentro del cuerpo humano como si fuera transparente.
Mirar dentro el interior del cuerpo sin tener que provocar heridas cortantes fue uno de los mayores avances de la medicina de comienzos del siglo XX. Aprovechando el descubrimiento de los rayos X, la radiología experimentó un enorme crecimiento. Pese a sus potenciales efectos secundarios, las placas radiográficas siguen, más de 100 años después, siendo la principal manera de mirar dentro de nuestro cuerpo. El uso de rayos X múltiples en diferentes ángulos analizados por una computadora dio origen a las tomografías computadas, que permiten imágenes con mayor nivel de detalle que las placas. Y finalmente las resonancias magnéticas, que combinan poderosos campos magnéticos con el uso de ondas de radio, permitió finalmente correr el velo y ver los órganos con gran resolución. Estas últimas técnicas, de todos modos, requieren de voluminosos y costosos equipos, dejando a dos tercios de la humanidad sin acceso. Finalmente, producen imágenes estáticas que solo pueden ser analizadas después de su procesamiento, impidiendo que el médico pueda decidir qué imágenes tomar en el mismo momento a partir de lo que ve.
Una compañía creada en el Silicon Valley en 2016 por Mary Lou Jepsen, una ingeniera que se desempeñó antes en Facebook y Google, promete traer una innovación completamente revolucionaria en el área en casi 50 años. Openwater recibió dinero de varios de los fondos de inversión más importantes y tiene entre sus directivos al visionario académico y ejecutivo mexicano Juan Enríquez.
Su objetivo es crear un dispositivo de dimensiones y precio similar a un teléfono celular que permita mirar el interior del cuerpo en tiempo real y de manera constante con el mismo nivel de resolución de las más avanzadas técnicas actuales. La clave para poder reducir tanto el tamaño y el valor del equipamiento es dejar de usar rayos X o grandes campos magnéticos y pasar a usar simplemente luz. En ese camino el primer problema que surge es que ¡dentro del cuerpo está oscuro! Sin embargo, nuestros tejidos son traslúcidos a la luz cercana al espectro infrarrojo. Si bien esa luz resulta invisible al ojo humano, con los sensores adecuados es posible captar la imagen y reconstruirla utilizando hologramas para lograr una reconstrucción tridimensional de nuestro interior.
Las aplicaciones médicas de esta tecnología son amplias, pero promete ser especialmente adecuada para observar tumores y los daños causados por los derrames cerebrales, dos de las principales causas de muerte en el mundo. Pero las posibilidades no terminan allí. Tomando imágenes del funcionamiento cerebral, permitirá grandes avances en el entendimiento de nuestra mente y en el tratamiento de enfermedades mentales y neurodegenerativas.
Otros usos nos acercan ya a las fronteras de la ciencia ficción: por un lado, interpretando la actividad neuronal Mary Lou Jepsen espera poder lograr que nos comuniquemos directamente desde el pensamiento. Quizás la telepatía esté a la vuelta de la esquina. Por otro, estimulando con luz áreas específicas intentarán grabar conocimientos y hasta hacer una copia de resguardo de nuestros recuerdos.
Esta nota fue publicada en mi columna de la Revista La Nación del 3 de febrero de 2019