21-05-2017
«Sentir / que es un soplo la vida / que veinte años no es nada»…
…nos decían Gardel y Le Pera en esa joya del tango que es «Volver». Y parece que alguna razón tenían, porque siento que fue ayer que nació Officenet y sin embargo hoy se cumplen 20 años de ese 21 de mayo de 1997 en que ese sueño que comenzó como una loca idea en mi cabeza y la de Andy comenzó a ser una (¡no menos loca!) realidad.
Con Andy teníamos solo 25 años cuando empezamos a trabajar en crear Officenet. Éramos un par de chicos con una ingenuidad enorme, rasgo que ayudó mucho a que nos atreviéramos a desafiar dogmas y apuntar absurdamente alto. También teníamos una inexperiencia absoluta, lo que nos obligó a encarar cada nuevo desafío con una mezcla de humildad y ganas de aprender que también resultó clave. Finalmente, teníamos un hambre voraz: una vocación casi infinita de dejar la vida en la cancha para concretar aquello que soñábamos.
Hay un momento que recuerdo especialmente y que quizás fue el más lindo de mi vida como emprendedor: ocurrió apenas unas pocas semanas de haber lanzado Officenet. Hasta esa mañana, todos los días yo era el primero en llegar y el último en irme. Pero ese día pasó algo distinto. Tuve una reunión de trabajo en el centro a primera hora, por lo que arranqué el día afuera de la oficina. Al terminar ese encuentro, a eso de las 11, encaré para la oficina y de repente un pensamiento invadió mi mente: hacía dos horas que Officenet estaba funcionando sin mí. Si en la siguiente esquina chocaba con un camión y moría, Officenet iba a seguir existiendo. ¡Había creado algo que tenía vida propia! Algo que, a pesar de ser solo un embrión, ya me trascendía. Que hoy, siete años después de mi partida, la empresa siga existiendo es el mejor testimonio de esa fortaleza y esa trascendencia.
Lo más lindo de ser emprendedor es tener la posibilidad de crear una cultura, de hacer una organización que sea un reflejo de tus ideales y tus valores en la vida. Un lugar donde las cosas sean como siempre soñaste que debían ser. Por eso, cuando recorro en mi mente la historia de Officenet hay tres cosas que son las que me hacen sentir tremendamente orgulloso.
Por un lado, muchos en la Argentina sostienen que la única manera de que una empresa nueva sobreviva es concediendo ciertas licencias éticas en el proceso. El mercado en el que Officenet se estaba metiendo es un negocio con mucha corrupción, en el que muchos gerentes de compras estaban habituados a elegir a sus proveedores a cambio de un «retorno», un porcentaje de lo gastado por su empleador. En Officenet decidimos desde el día cero jamás pagar una coima. Y nunca lo hicimos. Perdimos negocios enormes y muy rentables como resultado de esa decisión pero la sostuvimos. También decidimos pagar todos los impuestos: nunca hacer una venta sin factura, nunca contratar una persona en negro o subdeclarando su sueldo. Cuando una empresa es grande y gana dinero parece más fácil; nosotros lo sostuvimos siempre, desde aquel primer día, al entregar nuestro primer pedido. Officenet tuvo desde el inicio un listado de valores que, aparte de estar colgado en las paredes de la oficina, se convirtió en la guía para tomar cada decisión importante.
Por otro lado, en la Argentina estamos muy acostumbrados como consumidores al maltrato sistemátco que nos dan las empresas. En Officenet desarrollamos una cultura casi obsesiva de satisfacción del cliente, algo muy poco común en la Argentina. Durante los primeros años, si yo sabía que por algún problema de servicio algún pedido iba a quedar sin entregarse en el plazo prometido de 24 horas, literalmente me dolía la panza. Fallar en la promesa me producía un malestar físico grande. Increíblemente esa obsesión prendió con fuerza en muchos de los miembros del equipo fundacional. Y, con muchos dolores de panza compartidos. juntos logramos niveles increíbles de calidad de servicio en los índices más desafiantes.
Finalmente, Officenet tuvo un tercer rasgo que en retrospectiva me llena de satisfacción. Gracias a medidas como el matrimonio igualitario, aprobado en la Argentina en 2010, la aceptación de la diversidad en medios laborales gradualmente se está volviendo cada vez mayor. Pero esto no era así en 1997. ¡Salvo en Officenet! No sé qué fue lo que hice bien, espero haber tenido algo que ver con esto, pero el mérito claramente me excede: muchas personas que hasta ese momento habían padecido discriminación o rechazo en otros espacios encontraron en Officenet un lugar distinto, donde finalmente pudieron ser como eran, sintiéndose queridos y valorados en su diversidad.
Officenet fue muy especial, de muchas maneras diferentes. Y son los rasgos peculiares de esa cultura única, más que cualquier otra medida de éxito, la que hoy, a 20 años, me hace sentir tremendamente orgulloso.
Hoy el nombre ya no es el mismo. Y quedan muy pocas personas de ese grupo de locos originario y de los que fueron sumándose en los años siguientes y moldeando esa cultura conmigo. Pero estoy seguro de que, como pensé aquella lejana mañana, algo de esos valores que nos guiaron, de esa mística que construimos, sigue viva en cada uno de los que forman parte de la empresa hoy, trascendiendo a las personas que le dimos origen a este sueño.
Esa es, para mí, la magia de ser emprendedor.
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