La pastillita del olvido

14-09-2016

Pastilla del olvido

En la gran película de 2004 Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, protagonizada por Jim Carrey y Kate Winslet, el protagonista decide borrar la memoria de su pareja tras un final complejo a su relación. Para eso, recurre a un sitio especializado en eliminar recuerdos.

Es que uno de los defectos de nuestra memoria reside en la incapacidad de olvidar cuando desearíamos poder hacerlo. Todos tenemos problemas y malos recuerdos que preferiríamos dejar atrás. Pero nuestra mente funciona, en general, de la manera opuesta: cuanto más traumática es una situación, más solemos recordarla de una manera que escapa a nuestro control, perpetuando así los efectos del mal trago por años. En el extremo, quienes padecen de estrés postraumático viven atormentados por sus propios pensamientos. Por esa razón, la idea de poder borrar selectivamente ciertos recuerdos viene siendo investigada desde hace muchos años.

El secreto que posibilita algo así es un proceso mental conocido como reconsolidación. Lejos de ser un retrato estático y fidedigno de lo sucedido anteriormente, nuestros recuerdos son maleables. En vez de estar dibujados con pintura indeleble, cada vez que recordamos algo la tinta vuelve a estar fresca y antes de secarse sufre pequeños cambios. En el caso de los hechos traumáticos, cada nueva evocación suele ir acompañada de sentimientos negativos que se acentúan cada vez más, producto de este proceso.

A fines de los 90, Karim Nader, investigador de New York University, tuvo una idea: si bloqueáramos en el cerebro el proceso químico que permite la reconsolidación, podríamos recordar y volver maleable una memoria, pero luego impedir que vuelva a ser grabada. De esta manera, sería posible olvidar selectivamente ese recuerdo desagradable. Nader, junto con el célebre neurólogo Joseph LeDoux, lograron hacerlo en pruebas con ratones.

Sin embargo, nuestro pasado es una parte central de nuestra identidad. La idea de borrar cosas de nuestra memoria es, a la vez, promisoria y amenazante. ¿Qué pasa si algo sale mal? ¿Y seremos realmente nosotros mismos sin ese episodio de nuestro pasado? La respuesta quizá resida en un chiste bastante conocido: una persona le comenta a un amigo acerca de un problema grande que tiene. Ante eso, él le recomienda hacer una consulta con un psicoanalista. Meses después se encuentran de nuevo y el amigo pregunta si el tratamiento le había permitido solucionar su problema. El otro responde: «Sigo teniendo el problema, pero…, ¡ya no me importa!»

La última oleada de investigaciones sobre este tema no apunta ya a suprimir los recuerdos en sí, sino la carga emocional negativa asociada a ellos. Un grupo de investigadores holandeses publicaron recientemente los resultados de un experimento sorprendente. Tomaron un grupo de personas con fobia a las arañas. A la mitad le administraron un químico que inhibe una hormona asociada con las emociones negativas. Luego hicieron que todos observen a una tarántula para disparar sus recuerdos y así hacerlos maleables. Después de tres meses de ejercicios de este tipo, quienes recibían este medicamento antes de entrar en contacto con la araña ya no sentían temor. Al inhibir sus sentimientos negativos al momento de recordar, su miedo había sido borrado.

Como el cine se ha encargado de mostrar, manipular la memoria parece un juego peligroso. Quizá la salida sea evitar fabricar una píldora para el olvido y… ¡enfocarnos en desarrollar la pastillita del qué me importa!

Esta nota fue publicada en la Revista La Nación del domingo 11 de septiembre de 2016
Foto: mattza

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