La hipocresía de los adultos y el alcohol

29-12-2014

Con la llegada de la adolescencia de mi hijo mayor, en los últimos meses fui invitado a un par de charlas organizadas por diferentes instituciones sobre la problemática del alcohol y los adolescentes, apuntadas a padres y chicos a partir de los 12 años.

Inicialmente me sorprendió que se viera al alcohol como un problema a una edad tan temprana. Pero pronto mi desconcierto fue migrando hacia la incredulidad: es muy impactante ver cómo casi ninguno de los padres parece notar en qué medida el «problema» de alcohol de sus hijos tiene su obvia raíz en el lugar que ellos mismos dan a las bebidas alcohólicas en su propia vida.

Como adulto abstemio que soy, miro el fenómeno desde afuera y resulta claro: el «problema del alcohol» radica en que vivimos en una sociedad que promueve y glorifica el tomar y es tolerante con el exceso. Donde los que no toman son «bichos raros», aburridos, no suficientemente piolas. Y no estoy hablando de los chicos: esa es la actitud de gran parte de los adultos que conozco.

Postal nro. 1: El exceso en las fiestas

Hace algunos meses atrás tuve un casamiento. Quedé completamente impactado por la ilimitada oferta de bebidas. La máxima que anima a buena parte de los organizadores es «si querés que la fiesta salga buena puede faltar cualquier cosa menos el alcohol». Promediando la noche buena parte de los asistentes estaban completamente borrachos, producto de su falta de moderación pero también de una disponibilidad absurda impulsada por los propios organizadores. Esa fiesta no fue una excepción: el exceso de alcohol y el descontrol como modo de diversión parece un tácito contrato colectivo.

Para complicar más las cosas, en los adolescentes el problema se amplifica por el exagerado valor que se le da a la extroversión: ser divertido resulta el más apreciado de los rasgos de personalidad. Para muchos la bebida se convierte en la única manera de «pelear» contra su propia personalidad tímida o tranquila.

Postal nro. 2: El exceso en los eventos laborales

En esta época de cierre de año, lo veo también en el contexto de las fiestas laborales. Si hay un contexto en el que parecería imprudente tomar en exceso es en un evento organizado por nuestro lugar de trabajo. No obstante, casi siempre sucede lo mismo: la oferta y el consiguiente consumo de bebidas de buena parte de la gente va mucho más allá de lo razonable. Recuerdo especialmente la primera fiesta de fin de año organizada por Officenet: muchas personas fueron sin escalas a la oficina en muy mal estado, otras directamente no pudieron ir a trabajar al día siguiente. En aquel momento me resultó difícil entender que tantas personas no tuvieran prurito en mostrar su borrachera ante sus jefes, pares y subordinados. Hoy me resulta claro que son pocos los que ven el exceso con malos ojos.

Postal nro. 3: La glorificación cotidiana

Quizá el aspecto más preocupante y sutil, de todos modos, sea el lugar preponderante y aspiracional que las bebidas alcohólicas ocupan en la discusión cotidiana, amplificado por las redes sociales. Sea por alardear de ser un «entendido» en vinos, whiskies o similar; sea en la forma de videos virales que muestran como «cool»  tomar un «shot» y desafiar a los amigos (verdadero origen el «ice bucket challenge»); o simplemente en una foto de la playa en Brasil de dos copas servidas de caipirinha; el alcohol aparece siempre glorificado: separando a los vivos de los giles. Nadie alardea ni se siente más piola por tomar jugo, ¿o si? En el extremo, igual que sucede con la ropa cara o los autos lujosos, el alcohol se convierte en una marca de status para las reuniones sociales.

Bonus: Siempre me llama la atención entre mis amigos y conocidos que en todas las ocasiones con consumo del alcohol, buena parte regresa a sus hogares manejando. Los controles del alcoholemia y el temor a la sanción han hecho recientemente bajar un poco esto, más por efecto del miedo a la multa o el descuento de puntos del registro que a una genuina conciencia del riesgo para uno mismo y para terceros.

Conclusión obvia

Como dijo Guillermo Jaim Etcheverry en este brillante artículo, «hay que preguntarse si nuestros chicos son tontos o, por el contrario, inteligentes cuando ignoran lo que predicamos e imitan lo que practicamos. (…) Lo que los chicos saben es lo que les enseñan sus mayores con el ejemplo. Los más inteligentes son los primeros en aprender que resulta mucho más importante seguir lo que la sociedad enseña implícitamente con sus acciones y a través de sus estructuras de recompensa que lo que predica en lecciones y discursos de recto comportamiento.»

Por más que se hable crecientemente del «problema del alcohol de los adolescentes», mirado desde afuera resulta para mí claro que en realidad el tema es el «problema del alcohol de los adultos». Mientras sigamos colocando a la bebida en ese lugar legitimado y aspiracional que tiene hoy para la mayoría , la asociación del tomar con «tener onda» será la base de la presión de pares que hace difícil a cualquier pibe que no quiera beber el sostener su decisión. Mientras sigamos viendo como aceptable (o hasta deseable) el exceso en la oferta y el consumo, nadie debería sorprenderse de que se tome cada vez más.

Si te preocupa el lugar que el alcohol ocupa en la vida de los pibes hoy en día, lo mejor es empezar por preguntarse qué lugar le das vos en la tuya, qué valores transmiten tus actos más que tus palabras, qué conductas incentivamos y recompensamos como sociedad. Hasta tanto censuremos el consumo excesivo, rechacemos la glorificación y hagamos que tomar bebidas alcohólicas sea tan (poco) cool como tomar agua mineral o jugo, toda preocupación por el uso del alcohol en los jóvenes será pura hipocresía.

Foto: Sakshi Sharma

45 Comentarios

  1. 27 años nunca he tomado, fumado o algo así. Supongo que las personas corrientes necesitan aprobación de su grupo por esto inician en practicas vulgares y autodestructivas.
    Yo prefiero decidir que mi vida no es una democracia, y hacer mi propio camino.

  2. Gracias Santiago por dar el ejemplo.

    Muchos emprendedores jóvenes acuden al alcohol como una ayuda para socializar o para intentar convertirse en hombres de negocios al estilo Mad Men.

    Pero hay un secreto que suele escaparle al ojo crédulo; develado cuando un Senior le enseña a un Junior cómo ser un account man: vos servís dos vasos de whisky (el tuyo con mucho hielo), tomás disimuladamente muy poco y el del cliente lo vas rellenando permanentemente.

    La clave: En exceso (más de medio vaso) sirve sólo si lo están tomando los demás!

    Claramente conviene estar del lado de la sobriedad.

    Tomar resta poder, inteligencia y hasta potencia sexual. El problema radica en que la mayoría no tiene nada de eso para perder.

    1. Nada mas glamoroso que Don Drapper y su vaso de whisky! No me gusta el alcohol pero la presentación de los tragos me resulta irresistible

  3. No nos olvidemos del abuso indiscriminado que se hace del alcohol en gel, lo llevan todos en el auto, en las carteras y se lo pasan por las manos todo el tiempo, incluso a menores. Hay una glorifiación del alcohol en gel que dice que mata cualquier cosa y que es indispensable usarlo antes de comer.

  4. Coincido en que el problema de estas charlas es la hipocresía implícita de las mismas y la falta de objetividad. Estas charlas deben encararse con el simple objetivo de que nuestros hijos sean seres más felices con sus recursos. El gran problema con el alcohol, como así también con otras drogas, es que generan picos de ¨bienestar¨ altos sin merecimientos propios. Esto es altamente distorsivo para el sistema neurológico, generando desincentivos para encarar razonablemente desafíos o momentos adversos de la vida.
    No hay dudas de que el camino de la sobriedad termina brindando más frutos y una vida mucho más intensa con níveles más altos y menos variables de bienestar, es por eso que a muchos padres les cuesta encarar el problema por acá y se concentrar más en las contraindicaciones de estas sustancias, que asumo que no deben ser pasadas por el alto, pero que no deben terminar siendo el fin mismo de las charlas.

    1. Exactamente, la toxicidad entra con posterioridad a la decisión.

      La pregunta es: ¿Cómo hacen los padres para mostrarles el camino a la felicidad a sus hijos, si no lo conocen?

      Llega el fin de semana, nadie sabe qué hacer y aparece una solución irresistible.

      He observado que además de los abstemios como Santiago y los medicados, generalmente los únicos que se animan a rechazar la bebida son deportistas, músicos, voluntarios, …, en fin, quienes tengan algún la necesidad de estar bien al día siguiente. El gran error de los padres es entonces dormir o permitir la cama hasta tarde en los fines de semana.

      Miren atentos la charla de Daniel Cerezo en TEDx, la profesora daba clases de música en la villa los sábados a las nueve de la mañana. Era más que aprender a tocar. Cada elección implica un costo de oportunidad, en este caso el de emborracharse.

      Cuando los padres no están o no alcanzan, lo que nos queda es construir comunidad.

    2. Gracias Felipe! Aclaro de todos modos que el post no se refiere a la hipocresía de las charlas. La charla es simplemente una muestra de la hipocresía general de muchos padres que esperan que sus hijos no hagan lo que ellos mismos hacen.

      1. Estimado Santiago, a mi entender las charlas a las cuales asististe fueron desencadenantes de tu preocupación por la hipocresía general de los adultos. Es que, las costumbres y la hipocresía de la sociedad no se pueden cambiar, y a mi parecer lo mejor que podemos hacer es pro

  5. Santi:

    Como abstemio también (y llevo 47 años sin poder tomar alcohol porque me sigue pareciendo horrible) estoy solo en parte de acuerdo con lo que escribís.
    No podés -ni yo tampoco podría- promover la moderación de aquello que desconocemos y que, más facil aún, nos provoca rechazo.
    Es decir, para nosotros, tomar alcohol (vino, whisky, cerveza o champagne) no es muy diferente de que nos hagan tomar nafta común o super (el color, dirán los sommeliers, es my importante, porque los taninos de la cebada de la sarasa hacen que zzzzzzzz…), pero en tu caso o en el mio, es rechazo. No somos parte de esa gente, casi diría no por elección, sino porque no nos gusta. No elegimos no tomar: nos parece horrible.
    Dicho esto, estas hablando de los estragos del alcohol desde alguien que NO TOMA. No desde alguien que lo hace moderadamente, sino dese la postura de quién no hace esfuerzo alguno para moderarse: simplemente le parece un asquete y punto. Es trampa.
    Con esto te quiero decir que si bien en parte coincido con lo que decís (especialmente con eso de que se alaredea «de ser un “entendido” en vinos, whiskies o similar»), no me parece correcto que sin ser bebedor, le des con un palo a lo que lo hacen.
    Cada perro lamerá su cipote como mejor le plazca.
    Que ellos tomen alcohol.
    Yo no. Vos tampoco.
    Y -con suerte- nuestors hijos tampoco.

    Abrazo,

    Ramiro Fernandez

    1. Gracias por el comentario y por animarte a polemizar sobre lo que digo. Pero creo (amablemente) que estás equivocado.

      Ese mismo desagrado que el alcohol te produce a vos y me produce a mí, es el mismo que le produce a 99,9% de la gente cuando lo prueba por primera vez. Nadie nace con paladar para el vodka o el whisky. Igual que con el cigarrillo, esos son gustos adquiridos que requieren insistir bastante para vencer el rechazo inicial.

      La diferencia entre vos y yo y la mayoría es que, dado que la experiencia inicial es desagradable, la bebida y el cigarrillo hacen mal y que si nunca tomaste no lo necesitás, vos y yo elegimos quedarnos con nuestro desagrado en vez de intentar una y otra vez hasta que nos guste. Dada la presión social (especialmente en la adolescencia) yo creo que esa es una decisión valiente y que evidencia mucha personalidad. No le quita ni un poco de mérito el hecho de que no nos guste. No nos gusta porque tomamos la decisión de que así sea y nos bancamos la cara de los demás que piensan que somos aburridos o directamente unos giles. Eso nos da toda la altura necesaria para hablar de alcohol, justamente porque elegimos mirar desde afuera.

      1. Es que medio que somos aburridos y giles, admitámoslo. 🙂
        Ahora hablando en serio, no me parece muy correcto pontificar sobre algo que no nos involucra. Yo no podría decir «qué mal la gente que comé hamburguesas en exceso» porque YO soy uno de los que comen junk food en cuanto tienen ooportunidad.
        Si aceptaría un tipo que era gordo y ahora está hecho un Apolo que me diga que se puede controlar el asunto.
        Lo que este post necesita es alguien que se haya tomado hasta el tiempo y que se haya dado cuenta que está mal. De otra manera, somos el equivalente a los buenos alumnos criticando a los malos alumnos (que si bien puede haber vagos, también puede haber gente que se pela el tujes y tiene problemas de aprendizaje). En definitiva: no está bien que si no tomamos alcohol hablemos de los que sí toman (y ya te agarro con que no es que tengamos que ser asesinos para legislar sobre crímenes, por ejemplo).

        1. Vuelvo a diferir. A mí me recontra involucra. No me siento por fuera de ese mundo por casualidad sino por decisión, una decisión que me trajo bastantes problemas y no es fácil de sostener. El célibe no puede opinar si es más lindo hacerlo en una posición que en otra, como yo no opino si es más rico el Scotch que el Bourbon. Pero el célibe sí tiene una perspectiva válida sobre el rol del sexo en la vida. No hacerlo enseña bastante sobre el tema. Tal vez tanto como sí hacerlo.

      2. No estoy de acuerdo con tu sentencia inicial. Yo, la primera vez que tomé una bebida alcoholica, me encantó, era un trago dulce de boliche de medio pelo, pero me acuerdo que lo tome con mucho gusto. Si es cierto que la cerveza no me gusto la primera vez y tuve que insistir, y que el cuerpo rechaza las bebidas blancas a priori, porque seamos sinceros, son horrendas solas. El problema no es el alcohol, el problema es quien y como lo toma. Yo tomo alcohol con frecuencia y no me emborracho, no hago papelones y no pongo en riesgo a nadie manejando. Es un tema de educación, que en este pais principalmente esta en un deficit inmenso; y no me refiero a la educación formal unicamente, sino a la educación y los modales en general. Aca no existe la cultura del conductor designado, no existen penas ejemplificadoras para conductores ebrios, no existen penas ejemplificadoras para personas ebrias que cometan delitos, va aca no existen penas ni para los que afanan a mano armada, mejor no sigo por ese camino…

        1. Juampi, me refería a las bebidas puras. No a jugo con un poquito de algo. Las bebidas blancas, el whisky, la cerveza, el champagne, como tampoco el cigarrilo, ninguna de esas cosas te gusta la primera vez. Todas requieren adquirir el gusto…

          1. Santiago, tampoco gusta la primera vez un buen jamon crudo, la trompeta de Miles Davis, un cuadro de Kandinski o una sinfonia de Haydn. Al gusto se lo educa, sobre cuando se requiere diferenciar matices y apreciar complejidades que no estan en la superficie y van mas alla de lo obvio. Estimo que al mes debo consumir entre una y dos botellas de vino, repartidas por supuesto :), y dos vasos de whisky, cuando la comida o un momento de charla con un amigo lo requiere. Nunca una buena bebida alcoholica va a tener la misma entidad q el agua o jugo, o el ajedrez la del tateti. Por ultimo, y sin animo de ofensa, coincido con que al abstemio le faltan herramientas para opinar sobre el tema ya que no lo conoce o entiende. Hablar del lugar que le das al alcohol en tu vida siendo abstemio es una contradicción ya que el lugar desde el inicio fue 0, o sea, la ausencia de lugar. Abrazo y lo mejor para vos en el próximo año.

            1. Sergio: ¿Qué tomaste?

              ¿A quien no le gusta un Jamon Crudo la primera vez?

              Sin ánimo de ofensas me parece que opinar estando borracho no tiene ningún valor.

    2. Conozco muchas personas abstemias que rechazan las bebidas alcohólicas no por desagradarles su sabor sino por convicción. Yo mismo, si bien disfruto acompañando la comida con bebidas alcohólicas, mantengo un consumo responsable de las mismas y no me embriago. Creo que el problema está en la asociación que se hace, alcohol en exceso = diversión, y la exaltación de ésta fórmula por la sociedad en general y las campañas publicitarias de los fabricantes de este tipo de bebidas.

  6. Tomar alcohol nunca va a ser como tomar agua o jugo porque tomar alcohol te introduce en un estado de conciencia alterado que, en su justa medida, es exquisitamente disfrutable. Si encima se tiene la suerte de poder compartir este estado alterado de la mente, mejor. Hay muchas cosas divertidas y enriquecedoras de saber entregarse a la embriaguez. No tiene sentido decir que se puede sentir lo mismo sobrio. Se pueden sentir cosas muy buenas y requiere madurez emocional saber cultivar el «cuerdo» disfrute, lo cual no quita que desde la alteración de la conciencia se pueda llegar a lugares de la mente inaccesibles de otro modo. Y lo mismo va para el alcohol como para todas las drogas que alteren la mente.

    Dicho esto, adhiero plenamente a que la educación temprana y el ejemplo son las herramientas mas poderosas para evitar que los chicos tengan una relación con el alcohol o las drogas de exceso o abuso y puedan de esa manera transmitir los mismos valores cuando ellos mismos sean padres. A mi nadie me invitó ni insistió a nada en la vida y sin embargo siempre tuve curiosidad por probar y conocer de sustancias. Y eso mismo le pasa a muchos chicos. Lo importante es tener las herramientas para que cuando se quiera probar sustancias potencialmente adictivas o peligrosas se busque hacerlo en un contexto seguro y que se actue con discreción. Como bien decís, creo que el autocontrol y el consumo responsable son los valores que hay que transmitir para todo, alcohol, drogas, comida y productos varios.

    1. Gracias Mariano por finalmente animarte a argumentar lo que supongo que la mayoría de las personas que leyeron este post pensaron y no se atrevieron a decir!!!

      Me parece que está bueno que defiendas al alcohol desde sus efectos, porque concuerdo que si hay algo de valioso ahí pasa por los estados de (in)conciencia que induce. Pero después el marketing y el acostumbramiento le ponen un velo donde la bebida deja de ser la puerta a estar un poco mamado y pasa a ser uno de los símbolos de status y objeto aspiracional más importantes de nuestra sociedad. Vas a una cena a la casa de alguien y llevás un buen vino. Querés mandarte la parte con tus amigos y te hacés «sommelier» de whisky.

      Finalmente, igual que se planteó en la discusión del post sobre la legalización de la marihuana, yo creo que vos tenés una concepción demasiado optimista de la capacidad de la mayoría para consumir responsablemente. Como digo en la nota, lo que yo observo todo el tiempo en mucha gente es exceso e irresponsabilidad. No un uso moderado para abrir puertitas en la mente… Cuando te enterás que en el cole de tus hijos muchos pibes fuman porro durante el almuerzo antes de volver para las clases de la tarde algo está saliendo mal, ¿o no?

    2. Una cosa más: creo que el alcohol, como droga legal que es, muestra claramente que legalizar no soluciona nada. Hace más grande el problema. Concuerdo en que del lado de la oferta es preferible Seagram’s o Philip Morris antes que los carteles de la droga pero el efecto sobre el lado de la demanda es claramente negativo.

    3. Creo poder opinar al respecto. Cuando la mente esta alterada, no se puede hablar de justa medida, precisamente porque esta alterada y no esta en su sano juicio para evaluar lo que es justo. Creo que allí hay una confusión. Se puede disfrutar de un vino (el que a uno le guste, no necesariamente debe ser el mas caro, aquí hay bastante caretaje) en una medida que permite el saborear la riqueza de ese manjar. Eso es sabiduría. Saborear la vida. No llegar a limites indeseables ni peligrosos. Esta toma exagerada que se esta viendo por doquier, es la carencia de temas interesantes por hablar y se tapa esa ignorancia bebiendo y comenzando a hablar ¨alteradamente¨ y ya sin vergüenza pavadas. La situación es mas complicada. Viene de un tiempo socialmente impotente en la solución de problemas y para salir de eso se recurre a la bebida.

  7. Perdón que me meta, no tomo mucho pero salí con alguien bastante dependiente del alcohol y les puedo asegurar que no está bueno. Lo peor es la falta de conciencia con el entorno que rodea. Ayer sin ir mas lejos vi en la tele lo enojados que estaban los conductores de que les hicieran el control de alcoholemia (?)

  8. Con mi novia Lucila Dominguez tenemos un proyecto de fundar el primer bar sin alcohol en buenos Aires. Viajamos a LA a ver los mejores restaurantes vegetarianos del mundo y nos encontramos con la cuna de las bebidas naturales sin alcohol super food como les llaman. Un mundo de ideas saludables que va más allá de un posteo. Toneladas de información . Donde se venden tragos naturales, shots de bebidas naturales. Todo sin alcohol. Apuntando al cuidado. De la salud. Promoviendo el consumo de frutas y verduras en formato de cócteles, shots, tragos. Elixir para la longevidad. El proyecto está en una etapa de incubación y búsqueda de inversores. Pronto desembarcarca en la plataforma kickstarter . La idea dar una alternativa de diversión saludable. En buenos Aires. Al proyecto además se le dará un rol social de one for one.Donde se aportará por cada consumo a un proyecto social concreto para solucionar problemáticas de la sociedad argentina. espero verlos pronto en kickstarter apoyando el proyecto!

  9. No tenía pensado comentar este post, ya que no tomo alcohol, y el tema tampoco me interesa demasiado. Sin embargo, Mariano metió una vuelta de tuerca interesante, que corre el tema hacia un lugar donde tengo algo que aportar.

    Estoy muy de acuerdo con que hay temas que no pueden discutirse plenamente desde lo teórico, y este es uno de ellos. Los que no tomamos alcohol tenemos una carencia importante a la hora de analizar objetivamente su consumo. Pero, a la vez, no nos afectan los sesgos que sí tienen lugar en el consumidor constante de alcohol: entre ellos, negar que consumen tanto y una notable percepción selectiva.

    Aquí es donde el pragmatismo debiera reinar. No hay forma de justificar que el consumo excesivo de alcohol debe permitirse, sea o no que uno mismo lo consuma. Si más no sea por el bien común, ya que hay pocas causas de muerte más grandes que las relacionadas al consumo de alcohol. Quizá, incluso, el exceso de alcohol sea la causa número uno de homicidios culposos.
    Si algo es demostrablemente causal de muerte, nos debemos una regulación estatal más estricta y una revisión del comportamiento personal respecto de ello, del cual se desprenderá mucho del comportamiento futuro de los jóvenes que toman el ejemplo de sus referentes adultos.

    Mi derecho a no morir atropellado por un automovilista alcoholizado es del 100%, y el derecho de un conductor borracho a matarme es del 0%. Esto es, lógicamente, indiscutible.

    Y, también, tenemos que aceptar la denominación de «droga» hacia para las bebidas alcohólicas, ya que no hay duda alguna de que producen fuertísimas adicciones y causan daños severos al organismo cuando se las consume en grandes cantidades.
    Los alcohólicos funcionales viven en un estado de negación absoluta ante su situación respecto del alcohol. Creen que pueden manejarlo, controlarlo, mantenerlo a raya. Pero, no pueden pasar 24 horas sin tomar. Si se tratase de una sustancia prohibida, este comportamiento se llamaría drogadicción y nadie estaría en desacuerdo. Como el alcohol es legal, y lo consume buena parte de la población, entonces no se acepta llamarlo de esa forma. No demasiado diferente de lo que pasa con la adicción a la nicotina de los fumadores; el no adicto a la marihuana es «adicto», pero el sí adicto a la nicotina no es «adicto». Es casi una aplicación socialmente masiva de la PNL.

  10. A mi juicio, los excesos fueran cual fueran están errados y provocan trastornos. Pero no coincido en declarar la ingestión de alcohol como un mal ejemplo a los hijos. La cultura del vino es un mundo sumamente interesante, desde su producción hasta su degustación. De igual manera del whisky, ambos dos bebidas que disfruto personalmente.
    Los efectos que producen no son tales en las medidas justas, entiendo que muchas personas no saben controlarlo, pero son ellos los culpables de dichas situaciones. Si generalizamos, podríamos decir que el fútbol hay que erradicarlo, porque existen extremos violentos que son realmente un mal ejemplo.

  11. No me parece llamar hipócritas a los adultos por un tema que, a pesar de todo, sigue teniendo algún tipo de taboo. Con taboo me refiero a que no es que estoy en la oficina y me descorcho un vino y está todo bien. Es una actividad que «los adultos» realizan en sus tiempos libres, sea en su casa o en un bar o en una fiesta.

    Me parece un buen ejemplo el del sexo. Los adultos practican sexo frecuentemente y, en su mayoría los hombres, hacen alarde del hecho. Eso no quiere decir que, porque los adultos en su intimidad practican sexo, los jóvenes deberían hacerlo.

    El problema es uno de educación. A ningún padre le gustaría ver a su hijo tirado en la calle porque no se puede levantar de todo lo que tomó. No creo que a ningún padre le moleste que su hijo tome, nose, un vaso de cerveza.

    Me parece que el miedo y la preocupación pasan por el lado del control que puede llegar a tener el hijo, y no descontrolarse en el ambiente, o de las cosas que pueden suceder si se descontrola. Pero el hecho de que, justamente, adultos lo hagan no me parece que los convierta en hipócritas. Se supone que son gente grande, que saben lo que están haciendo, y que toman alcohol por elección más que presión o ganas de pertenecer.

    1. Apoyo a este comment.
      El tabú genera el efecto contraproducente. Negar lo que la sociedad hace, es en definitiva, no tener concienca colectiva ni cultural.

      Lo mejora que se puede hacer es lo que se intenta hacer con la sexualidad y el sexo. Hablar sobre ello, informar, y educar. Aceptarlo como sociedad.

      Todo lo que sea prohibir, moderar, controlar, y más aún, negar, genera frustración y consecuencias colaterales.

      En definitiva, los excesos estan mal, eso está claro. Pero no se debe condenar por ser una práctica cultural.

  12. Lo encontré en un artículo de The Lancet ( doi:10.1016/S0140-6736(07)60464-4 ) del 200
    El primer gráfico del artículo aparece un gráfico de daño físico vs. dependencia de distintas sustancias, en un «consenso» (promedio) de psiquiatras especialistas en adicción. Notar que el alcohol aparece con dependencia y daño físico similar a una Benzodiacepina (p.ej. Valium, bajo receta archivada) y anfetaminas (idem), y casi con el mismo daño físico que el tabaco… Tenemos un gran problema. Como economista, quizá algo se les pueda preguntar a los que se dedican a «behavioral economics» sobre el diseño de incentivos/desincentivos para manejar mejor este problema

  13. hasta que se prohíban las publicidades de consumo de alcohol será un problema para todos y todas. Se alienta más a consumir alcohol que a alimentarse bien. Hay que dejarse de joder porque ahí comienza la hipocresía.

  14. No hay mentira mas grande que los sommeliers. Toda la sarasa de «tonos a damasco» y «aroma a roble» es puro verso. Hace un tiempo la revista Wired invitó a tres supuestos expertos a catar 3 vinos, pero no les dijo de que se trataba. Uno era un vino muy caro, otro era un vino medio y el tercero era lo mas barato que se pudiera conseguir. Sorprendentemente (o no) el puntaje de los tres fue practicamente el mismo.

  15. El problema es el consumo en exceso (y no hablo de alcohol solamente), y no tomar alcohol en sí. Lo que pasa es que en este caso, vos no tomás, has sido criticado por no tomar, y entonces lo hablas con cierto malestar.
    ¿Que me dirías vos si todo lo que describis vos, lo sentí yo cuando la presión social me empujaba a que me comprara un celular, porque si no tenía uno, no era cool? Seguramente opinarías distinto, porque sí sos fanático de la tecnología ( a pesar de que también su uso genera adicción, causa muertes por distracciones en la conducción y no está completamente probados que no causen daños en la salud las ondas que producen)
    «Brindo» por un mundo donde se tome y hagan muchas otras cosas, pero con control y medida.

  16. Me encantó tu artículo Santi, por más que esté en desacuerdo con algunos puntos, que paso a mencionar. Antes aclaro que soy tomador, me encanta el buen vino, y me encanta la coctelería, la cerveza, y el buen whiskey. Lo que voy a decir, es puramente mi opinión (acaso podría ser otra cosa?):

    1- Ser más cool o piola…..pues, en cierta medida, es así. Una persona más polifacética es sencillamente, más interesante. Así como el que sabe distinguir un Dali de un Picasso es “más culto”, también lo es en mi perspectiva, el que sabe distinguir un Malbec de un Merlot. Apenas para explicar mi punto extremo a lo absurdo el ejemplo: no sabe de vinos, no sabe de arte, no sabe de música, no sabe de política, no sabe de historia, no sabe de tecnología…pues, qué aburrida personalidad!

    2- Droga el alcohol? Según la RAE, la definición que más se “acerca” sería: “2. Sustancia o preparado medicamentoso de efecto estimulante, deprimente, narcótico o alucinógeno.”, pero como bien digo, se ACERCA, y las definiciones no son por acercamiento sino por coincidencia absoluta. Por eso sencillamente, utilizar el término “droga” para el alcohol es un error, ya que no es un “preparado medicamentoso” . Ahora, si aún así desautorizamos a la RAE
    y nos tomamos la licencia de crear nuestra propia definición, y porque el alcohol puede ser adictivo lo llamamos “droga”, en tal caso la gran mayoría de las aficiones y actividades son drogas: adictos a la ciencia, a la lectura, a los ejercicios físicos, a los viajes, a la música… a las redes sociales 😉

    3- Efecto estimulante: creo y sostengo, que quien toma alcohol para sentirse estimulado, ESE tiene un problema. Yo tomo alcohol porque disfruto de su sabor, tan sencillo como eso. Entiendo que sea difícil de entender para abstemios, tampoco entiendo a los que se pueden sentar horas delante de un Picasso y admirarlo.

    4- Redes sociales: esto es extrapolable mas allá del alcohol. Yo soy de los que publica mis tragos, o cuando tomo un buen vino. OBVIO que es algo “lindo”, y trato de componer la foto de una forma atractiva. Y de seguro estoy en un momento “lindo”, y lo comparto en Facebook. Ahora, los que creen que con eso estamos queriendo
    indicar que vivimos la vida perfecta les pregunto….qué es más lindo, ver mis daikiris de melón en una foto o los resultados de mi colonoscopía? Acaso ellos publican cosas “feas” de sus vidad? Perdón, yo no lo hago, no por eso me considero hipócrita. Creo que es innecesario un disclaimer que diga “Yo sólo publico cosas “lindas””. Para mí, se sobreentiende.

    5- Oferta y excesos: creo que cortar la oferta no evita los excesos. Lo que evita los excesos, es la educación, la formación y el conocimiento. Yo no quiero una persona que no toma porque no
    tiene, sino que no toma porque no quiere (porque tomó demasiado o porque no le gusta o porque tiene que manejar).

    6- Hijos: dejé para lo último lo que es realmente importante, qué les dejamos a nuestros hijos. Y viene del punto anterior…la formación de seres adultos y responsables. Yo tomo alcohol frente a mis hijos, y en ocasiones les doy a probar. Tienen 2 y 3 años (broma..jajaj), tengo una hija de 16 que pasa por esta etapa algo…ambigua. En principio, siempre parto de la base que lo que se prohíbe o se “tabooiza”, en
    los adolescentes, genera el efecto contrario. Odiaría que mi hija se
    emborrache, o que fume. Sin embargo, no se lo prohíbo. Sino que le explico los efectos adversos y cómo asumir responsablemente sus decisiones. Hasta ahora, luego de años de previas y fiestas casi semanales, puedo decir que me dio resultados, y no he tenido que buscarla de una clínica como sí he visto a conocidos hacerlo. Y no me oculta que en tal o cual fiesta había alcohol, hasta me contó que probó un trago con vodka y no le gustó. La transparencia es el valor que en estos momentos de su vida, más pondero.

    En fin, da para largo, no considero que ser tomador me califique más que otros, sería absurdo. Apenas creo que me da otra perspectiva, y que planteé aquí.

    Saludos, y feliz año! Me voy a hacer un drink!

  17. Sin querer hacer una polémica ya que si analizamos la historia de la humanidad, ya nuestros antepasados utilizaban sustancias que encontraban en la naturaleza y que tenían funciones de alucinógenos, conocidos son los hongos griegos de las fiestas del vino de Dionisio.

    Quería introducir dos actores más en esta hipocresía nuestra como adultos, las empresas que las fabrican y la política.
    El consumo de bebidas no es más que un problema de negocios para quienes las fabrican y distribuyen, ellos ven un mercado que debe crecer para satisfacer sus objetivos personales y corporativos y en este sentido logran que, por ejemplo Argentina haya declarado que el vino es la bebida nacional, mayor incongruencia que esa no se puede encontrar, como país y gracias a un montón de adultos con mucho lobby, logramos declarar que una bebida con contenido de alcohol sea declarada «Bebida nacional».

    Santiago tu lo sabes muy bien negocios son negocios y en esta loca carrera capitalista todo está permitido con tal que la empresa genere los números necesarios para sus accionistas sin interesar que el 18% de las muertes que se producen en Argentina están relacionadas con el alcohol.
    Para sumar más incogruencia en la hipocresía de los adultos, la presidente de Argentina te recomienda brindar con SIDA? y nuestros políticos se sacan fotos con bebidas alcohólicas en su mano o muchos se declaran grandes conocedores de vinos.

    Hace casi un año infobae mostró muy claro lo que pasa en Argentina y la industria de bebidas alcohólicas y particularmente con los vinos y cervezas. Negocios puros negocios que explican el 18,5% de las muertes de personas en Argentina pero los adultos declaramos que la bebida que se puede decir causa casi el 10% de las muertes sea declarada nacional.

    Como padre me preocupa lo que comenta tu hijo, la necesidad de estar en un estado de conciencia alterado pero con nuestros hijos podemos hablar y a veces, muy pocas :-), algo nos escuchan.

    Los que definitivamente tienen las orejas clausuradas para poder tratar este tema del 18,5% de las muertes en Argentina por efecto del alcohol son los empresarios de por ejemplo «El sabor del encuentro» y toda la política nacional.

    Por números bastantes menores, Argentina se declaro un país libre de humo, el próximo paso debería ser que el alcohol sea considerado lo que es, una adicción y limiten la publicidad masiva donde se establece la relación univoca entre alcohol=diversión lo cual para los que casi nunca estamos en un estado de conciencia alterada, sabemos que no es verdad y en el extremo en realidad esa conciencia alterada no te permite disfrutar conscientemente lo que estás haciendo, y a veces más preocupante, lo que te están haciendo.

    Las tres peores adicciones en Argentina de los jovenes son;

    1.- Alcohol, 2.- Drogas, 3.- Cigarillo.

    Sobre la tercera hasta la presidente te dice dejalo, de las dos primeras los adultos no hablamos.

    Tienes toda la razón, los primeros hipócritas somos los adultos

    Saludos

  18. Why Do Men Stupefy Themselves? Leo Tolstoy on Why We Drink

    by Maria Popova

    “The seeing, spiritual being, whose manifestation we commonly call conscience, always points with one end towards right and with the other towards wrong, and we do not notice it while we follow the course it shows.”

    “The people of the United States spend exactly as much money on booze alone as on the space program,” Isaac Asimov quipped in a witty and wise 1969 response to a reader who had berated him on the expense of space exploration. At no other time of the year are our cultural priorities more glaring than during our holiday merriment, which entails very little cosmos and very many Cosmos. Long before Asimov, another sage of the human spirit set out to unravel the mystery of why such substances appeal to us so: In 1890, a decade after his timelessly enlightening spiritual memoir and midway through hisCalendar of Wisdom magnum opus, Leo Tolstoy penned an insightful essay titled “Why Do Men Stupefy Themselves?” as a preface to a book on “drunkenness” by a Russian physician named P. S. Alexeyev. Eventually included in the altogether excellent posthumous volume Recollections and Essays (public library; free ebook), Tolstoy’s inquiry peers into the deeper psychological layers and philosophical aspects of substance abuse and addiction.

    Decades before the founding of Alcoholics Anonymous and nearly a century before alcohol abuse was recognized as a disease by the World Health Organization, Tolstoy writes:

    What is the explanation of the fact that people use things that stupefy them: vodka, wine, beer, hashish, opium, tobacco, and other things less common: ether, morphia, fly-agaric, etc.? Why did the practice begin? Why has it spread so rapidly, and why is it still spreading among all sorts of people, savage and civilized? How is it that where there is no vodka, wine or beer, we find opium, hashish, fly-agaric, and the like, and that tobacco is used everywhere?

    Why do people wish to stupefy themselves?

    Ask anyone why he began drinking wine and why he now drinks it. He will reply, “Oh, I like it, and everybody drinks,” and he may add, “it cheers me up.” Some those who have never once taken the trouble to consider whether they do well or ill to drink wine may add that wine is good for the health and adds to one’s strength; that is to say, will make a statement long since proved baseless.

    Ask a smoker why he began to use tobacco and why he now smokes, and he also will reply: “To while away the time; everybody smokes.”

    Illustration for ‘Alice in Wonderland’ by Lisbeth Zwerger. Click image for more.

    And yet Tolstoy peers beyond this blend of apathy and pluralistic ignorance, into the true root of substance abuse:

    “To while away time, to cheer oneself up; everybody does it.” But it might be excusable to twiddle one’s thumbs, to whistle, to hum tunes, to play a fife or to do something of that sort ‘to while away the time,” “to cheer oneself up,” or “because everybody does it”” that is to say, it might be excusable to do something which does not involve wasting Nature’s wealth, or spending what has cost great labour to produce, or doing what brings evident harm to oneself and to others… There must be some other reason.

    He offers a compassionate explanation of that other cause, that deep dissonance that rips the psyche asunder by pulling it simultaneously toward fulfillment and self-destruction — a nonjudgmental insight gleaned as much by “observing other people” as by observing his own experience during a period when he “used to drink wine and smoke tobacco”:

    When observing his own life, a man may often notice in himself two different beings: the one is blind and physical, the other sees and is spiritual. The blind animal being eats, drinks, rests, sleeps, propagates, and moves, like a wound-up machine. The seeing, spiritual being that is bound up with the animal does nothing of itself, but only appraises the activity of the animal being; coinciding with it when approving its activity, and diverging from it when disapproving.

    This observing being may be compared to the needle of a compass, pointing with one end to the north and with the other to the south, but screened along its whole length by something not noticeable so long as it and the needle both point the same way; but which becomes obvious as soon as they point different ways.

    In the same manner the seeing, spiritual being, whose manifestation we commonly call conscience, always points with one end towards right and with the other towards wrong, and we do not notice it while we follow the course it shows: the course from wrong to right. But one need only do something contrary to the indication of conscience to become aware of this spiritual being, which then shows how the animal activity has diverged from the direction indicated by conscience. And as a navigator conscious that he is on the wrong track cannot continue to work the oars, engine, or sails, till he has adjusted his course to the indications of the compass, or has obliterated his consciousness of this divergence each man who has felt the duality of his animal activity and his conscience can continue his activity only by adjusting that activity to the demands of conscience, or by hiding from himself the indications conscience gives him of the wrongness of his animal life.

    Illustration for Herman Melville’s ‘Pierre’ by Maurice Sendak. Click image for more.

    Tolstoy extends this duality beyond alcohol and into the broader human dilemma:

    All human life, we may say, consists solely of these two activities: (1) bringing one’s activities into harmony with conscience, or (2) hiding from oneself the indications of conscience in order to be able to continue to live as before.

    Some do the first, others the second. To attain the first there is but one means: moral enlightenment — the increase of light in oneself and attention to what it shows. To attain the second — to hide from oneself the indications of conscience — there are two means: one external and the other internal. The external means consists in occupations that divert one’s attention from the indications given by conscience; the internal method consists in darkening conscience itself.

    As a man has two ways of avoiding seeing an object that is before him: either by diverting his sight to other more striking objects, or by obstructing the sight of his own eyes just so a man can hide from himself the indications of conscience in two ways: either by the external method of diverting his attention to various occupations, cares, amusements, or games; or by the internal method of obstructing the organ of attention itself. For people of dull, limited moral feeling, the external diversions are often quite sufficient to enable them not to perceive the indications conscience gives of the wrongness of their lives. But for morally sensitive people those means are often insufficient.

    The external means do not quite divert attention from the consciousness of discord between one’s life and the demands of conscience. This consciousness hampers one’s life: and in order to be able to go on living as before people have recourse to the reliable, internal method, which is that of darkening conscience itself by poisoning the brain with stupefying substances.

    One is not living as conscience demands, yet lacks the strength to reshape one’s life in accord with its demands. The diversions which might distract attention from the consciousness of this discord are insufficient, or have become stale, and so in order to be able to live on, disregarding the indications conscience gives of the wrongness of their life people (by poisoning it temporarily) stop the activity of the organ through which conscience manifests itself, as a man by covering his eyes hides from himself what he does not wish to see.

    Illustration for Herman Melville’s ‘Pierre’ by Maurice Sendak. Click image for more.

    He returns to substance abuse as a symptom of this deeper pathology:

    The cause of the world-wide consumption of hashish, opium, wine, and tobacco, lies not in the taste, nor in any pleasure, recreation, or mirth they afford, but simply in man’s need to hide from himself the demands of conscience.

    More than that, Tolstoy considers the role of “stupefaction” in compartmentalizing good and evil in our conscience, acquitting the acts of the latter from the demands of the former:

    When a man is sober he is ashamed of what seems all right when he is drunk. In these words we have the essential underlying cause prompting men to resort to stupefiers. People resort to them either to escape feeling ashamed after having done something contrary to their consciences, or to bring themselves beforehand into a state in which they can commit actions contrary to conscience, but to which their animal nature prompts them.

    A man when sober is ashamed to go after a prostitute, ashamed to steal, ashamed to kill. A drunken man is ashamed of none of these things, and therefore if a man wishes to do something his conscience condemns he stupefies himself.

    One particular remark strikes with its chilling prescience in light of the date rape epidemic exposed in recent years, where it is not uncommon for the perpetrator to deliberately drug the victim:

    Not only do people stupefy themselves to stifle their own consciences, but, knowing how wine acts, they intentionally stupefy others when they wish to make them commit actions contrary to conscience that is, they arrange to stupefy people in order to deprive them of conscience.

    Illustration for Herman Melville’s ‘Pierre’ by Maurice Sendak. Click image for more.

    But such crescendos of immorality, Tolstoy takes care to note, are the most dramatic but not the most common cause for alarm in our relationship with alcohol — he is equally concerned about the small, daily, incremental stifling of the conscience by ordinary people:

    Everyone knows and admits that the use of stupefying substances is a consequence of the pangs of conscience, and that in certain immoral ways of life stupefying substances are employed to stifle conscience. Everyone knows and admits also that the use of stupefiers does stifle conscience: that a drunken man is capable of deeds of which when sober he would not think for a moment. Everyone agrees to this, but strange to say when the use of stupefiers does not result in such deeds as thefts, murders, violations, and so forth when stupefiers are taken not after some terrible crimes, but by men following professions which we do not consider
    criminal, and when the substances are consumed not in large quantities at once but continually in moderate doses then (for some reason) it is assumed that stupefying substances have no tendency to stifle conscience.

    We assume, Tolstoy argues, that if no crimes are committed under the influence of alcohol, there is no harm done to the conscience — ours or that of others. But this obscures the more subtle, everyday ways in which we flee from ourselves — from our highest selves — by getting drunk:

    But one need only think of the matter seriously and impartially not trying to excuse oneself to understand, first, that if the use of stupefiers in large occasional doses stifles man’s conscience, their regular use must have a like effect (always first intensifying and then dulling the activity of the brain) whether they are taken in large or small doses. Secondly, that all stupefiers have the quality of stifling conscience, and have this always both when under their influence murders, robberies, and violations are committed, and when under their influence words are spoken which would not have been spoken, or things are thought and felt which but for them would not have been thought and felt; and, thirdly, that if the use of stupefiers is needed to pacify and stifle the consciences of thieves, robbers, and prostitutes, it is also wanted by people engaged in occupations condemned by their own consciences, even though these occupations may be considered proper and honorable by other people.

    In a word, it is impossible to avoid understanding that the use of stupefiers, in large or small amounts, occasionally or regularly, in the higher or lower circles of society, is evoked by one and the same cause, the need to stifle the voice of conscience in order not to be aware of the discord existing between one’s way of life and the demands of one’s conscience.

    Tolstoy goes on to examine how “stupefiers” appeal to us differently during different stages of life, why we seek them most urgently when confronting challenging moral questions, and what we can do to foster in ourselves the spiritual conditions that would render such escape and control strategies unnecessary.

    Complement Recollections and Essays, which is a spectacular read in its entirety and is available as a free ebook, with Tolstoy on “emotional infectiousness,” how to find meaning in a meaningless world, his letters to Gandhi on why we hurt each other, and his reading list of essential books for every stage of life.

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